"Las palabras son nuestra más inagotable fuente de magia" (Albus Dumbledore)

domingo, 6 de diciembre de 2015

Don Quijote vs. El increíble Justo

¡Hola!

El ejercicio de hoy parecía muy difícil al principio, pero con un poco de esfuerzo resultó realmente divertido. El juego consistía en escribir en papelitos los nombres de varios personajes de ficción de cualquier cuento, historia, película o comic de cualquier época, y después coger dos al azar, sin mirar. Con los dos personajes que nos tocasen, teníamos que elaborar una breve historia. Espero que la disfrutéis tanto como yo. 

¡Hasta pronto!

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En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre sí me acuerdo, porque es mi pueblo, vivía un humilde molinero llamado Justo. Os voy a contar su historia porque cosas así no pasan en San Antonio de los Molinos todos los días. 

Como os decía, Justo era molinero aquí. Todos los días se ocupaba de moler el trigo para convertirlo en harina. No os creáis que era un trabajo fácil, siempre era duro y a veces incluso peligroso, ya que los molinos habían visto días mejores. A pesar de ello, Justo nunca se quejaba, de hecho era un hombre muy tranquilo, nunca levantaba la voz ni decía una palabra de más. 

Hasta aquí todo bien, su vida fue tranquila desde el día en que nació hasta aquella calurosa mañana de agosto. El sol brillaba con fuerza cuando apareció en el horizonte una triste figura. Poco a poco se fue acercando hasta que comprendimos que se trataba de un delgado señor que se hacía llamar Don Quijote y decía ser caballero. En el pueblo no nos lo creímos mucho hasta que vimos a su escudero, más bajito y rechoncho, que se hacía llamar Sancho. Ahí ya no pudimos objetar nada, si tenía un escudero no podía ser sino un caballero. 

Al principio nos hizo hasta ilusión, fíjate, un caballero en San Antonio de los Molinos, quién nos lo iba a decir. Les montamos una fiesta con orquesta y todo. Pero no tardó mucho el dichoso Don Quijote en dar problemas. Pronto se puso a hablar de que si gigantes y de que si Dulcineas y nos tenía locos. 

El que más lo sufrió fue el pobre Justo, que día sí y día también se encontraba las aspas de los molinos llenas de sietes y roturas. Y cuando se dio cuenta de quien era, calmado como siempre, intentó razonar con él. Pero parece que las negociaciones no llegaron a buen puerto, porque Justo seguía encontrando destrozos en sus molinos y el otro seguía dando la matraca con los gigantes. 

Hasta que llegó el día en que Justo se encontró un molino tan maltrecho que no pudo hacer su labor. Y ahí que fue a la plaza a buscar al caballero errante, que a esa hora estaba tomándose un finito para descansar de tanta justa. 

Justo le dijo que ya valía, que por ahí ya no pasaba, que dejase de tocar las narices con esa ridícula lanza. Parece que Don Quijote no lo tomó muy bien, y sintiéndose superior a Justo, le pinchó un poco la barriga con la lanza, no para herir la carne sino el orgullo. 

Todos se rieron y vimos a Justo ponerse colorado como nunca. Siguió gritando al esbelto señor, pero como no cedía, Justo se iba poniendo cada vez de un color distinto: rojo, luego blanco, después azul y finalmente empezó a ponerse verde. Ahí ya nadie se reía y las caras de asombro fueron pasando a ser de temor cuando Justo empezó a hincharse como un globo, pero no de gordo sino de fuerte. Creció tanto que llegó a medir cinco palmos más y su espalda y sus brazos llegaron a romper su camisa hasta que se quedó con el torso desnudo. 

En ese momento se le bajaron los humos a Don Quijote, y en cuando Justo empezó a dar puñetazos en el suelo, tan fuertes que movían la tierra, salió trotando en su Rocinante como alma que lleva el diablo. 

Cuando conseguimos cerrar los ojos como platos que se nos habían quedado, Justo ya había recuperado su forma normal y recogía del suelo los trozos de su camisa. Así, tan calmado como solía ser, se despidió como si nada hubiese pasado y se fue para el molino, a ver si podía arreglarlo. 

Lo cierto es que para ser una historia tan jugosa, no se habla mucho de ella en el pueblo, por eso la cuento, para que no se pierda. Eso sí, desde entonces procuramos no toserle mucho a Justo, por si las moscas. 


sábado, 5 de diciembre de 2015

Corderita

Ahora que duermo en una litera tengo mucho tiempo para pensar, le doy muchas vueltas a todo, al contrario de lo que hacía antes. Cada noche, miro la luz a través de las rejas de la ventana y pienso en ella. Ella, ella, ella. Ella que solía ser mi consuelo, ya no está. 

Pienso en cuando la vi por primera vez, con el pelo recogido en una coleta. Me miró tímidamente y se hizo a un lado. Fue tan tierna, tímida y sensible como una ovejita. Desde ese momento hice todo porque fuera mía. Era como una obsesión, algo que no podía controlar. Le escribí versos de amor, le regalé flores, incluso dormí algunas noches bajo su ventana. Me hubiese arrancado la mano a mordiscos si me lo hubiese pedido. Pero no lo hizo, ella jamás haría nada para herir a nadie. 

También me acuerdo de lo dulce fue en sus mejores días, cómo siempre me dejaba el plato más lleno, la mejor almohada, cómo me guardaba el último trozo de chocolate aunque ella se muriese de ganas de comérselo. Me hacía sentir tan bien, cuando estaba a su lado me sentía extasiado. Por eso cuando me separaba de ella todo me parecía terrible. 

Por ejemplo, estar en el trabajo después de estar con ella era como bajar del cielo al infierno. Recuerdo el inmenso odio que les tenía a mis compañeros de trabajo, maldita sea, aquellos cerdos. Eran unos imbéciles sin cerebro, siempre con sus risitas y sus chistes tontos. Ellos no sabían que yo los aborrecía, claro, la primera norma para ascender era caerle bien a todos. Así que yo seguía sus estúpidas bromas y me reía de los chistes sobre mí, aunque por dentro me hirviesen las entrañas. 

Pienso mucho en el día en que empezó. Fue el peor día de mi vida. La empresa había realizado con éxito una importante fusión y nos convertíamos en multinacional. La noticia se filtró y todos lo celebramos con champagne antes de ser oficialmente informados. Casi me alegré de abrazar a aquellos puercos. Al fin llegó el jefe, cargado con una maleta llena de papeles, listo para destrozarme. Con un tono exultante se alegró de comunicarnos que ahora doblábamos la plantilla y pasábamos a ser jefes de sección. Todos. Todos excepto yo. Los otros cinco gorrinos ahora pasaban a ser mis jefes, y lo peor de todo fue ver cómo seguían celebrándolo mientras yo me quedaba ahí de piedra. 

Al rato se dieron cuenta de que estaba allí callado y no se les ocurrió nada mejor que intentar hacerme hablar con sus habituales chistes humillantes. En respuesta, solo hice lo típico, contesté con chistes groseros sobre el peluquín de uno y los cuernos del otro. Estallaron en carcajadas y yo sólo quería romperles los dientes. 

Recuerdo cómo tenía los puños rígidos como la piedra. La sien estaba a punto de estallarme y los gritos de júbilo me atenazaban la cabeza cada vez más. Cuando fue insoportable salí de allí y nadie se dio cuenta. 

Hice el camino de vuelta a casa totalmente petrificado. Era como si mi piel fuese de mármol y mi interior de lava fundida. No recuerdo los detalles, no sé si cogí el autobús o un taxi. Dentro de mi cabeza sólo podía ver las risas de esos imbéciles una y otra vez. 

Todavía veo la sonrisa de ella cuando abrió la puerta. Sé que dijo algo, pero no sé qué. Tal vez ni siquiera llegó a pronunciar ninguna palabra, porque cuando vio mi cara se le desencajó el rostro y dio un paso atrás. Su movimiento fue como un resorte que activase mi puño, que se desplazó hacia su cara como si tuviese vida propia. Los dos nos quedamos perplejos, y por un segundo pensé que se enfadaría y respondería, o tal vez saliese huyendo. Pero no, se quedó mirándome como un cordero pidiendo perdón. Otros no se atreverían a confesarlo, pero sentí placer. Podía notar que podría hacer cualquier cosa con ella y no se hubiese quejado. El poder que tenía era absoluto y era maravilloso. 

Iba descargando lava fundida y me sentía cada vez más poderoso, con cada chasquido de hueso y cada grito mi humillación se iba aliviando. Mi querida, hasta se ocupaba de recoger mis miserias. 

Pienso en la cara que vi al despertarme la mañana siguiente, era horrible. Mi querida ovejita, que era tan guapa, estaba casi desfigurada, con el rostro hinchado y morado. Esto si lo confiesan todos: me arrepentí mucho. Me maldije por ser un gusano, por no haber sido capaz de romper las caras de mis colegas y sí la de mi esposa. Durante un mes entero yo me convertí en cordero, y la cuidé y la mimé para que me perdonase. Hice todo lo que nunca hacía, cociné, limpié, le curé las heridas, incluso volví a comprarle flores. 

Pienso en que ojalá no me hubiese perdonado. Pasada la tormenta, todo pareció volver a la normalidad. Sin embargo, poco a poco esa paz que solía sentir a su lado se fue apagando. Así que yo solía estar mucho más irritable y ella hacía las cosas cada vez peor. Como aquel día en que vino su madre de visita y no paró de criticar nuestra casa. Ella no hizo nada por detenerla y tuve que pasar toda la tarde oyendo a esa vieja bruja. O aquella vez que me tuve que ir sin comer porque la comida estaba demasiado salada, ¿dónde estaba mi corderita complaciente? Se había vuelto torpe y ya no era capaz de agradarme como lo hacía antes, así que me hacía sentir tan mal, que acababa perdiendo el control. Hasta que pronto tuvo la cara tan marcada que parecía haber pasado por una guerra, dejó de tener aquel brillo radiante. 

Los días eran cada vez peores, un demonio de fuego me abrasaba el cuerpo y sólo mi linda corderita conseguía calmarme. Ahora que lo veo con distancia puede sonar a excusa, pero yo no quería hacerle daño, sólo quería sentirme bien. Hubiese hecho cualquier cosa por sentirme bien, pero era cada vez más difícil. No sé explicar porqué pasaba, pero cada vez me sentía más humillado por todo, y menos aliviado al golpearla, por eso cada vez los golpes eran más fuertes y más frecuentes. 

Pienso en los vecinos, en la familia, en los amigos. Realmente estaba deseando que alguien dijese algo, que me detuvieran, pero nadie hizo nada. Había muchas miradas de odio hacía mi y de lástima hacia ella, pero si alguien habló con ella yo no tuve noticia. Desde luego a mi nadie me tosió. 

Me acuerdo muy bien del día en que acabó todo. No fue un día especial, ahora la normalidad se había convertido en golpes y gritos. Sólo que ese día ella no se despertó. Así que me quedé solo con monstruo en que me había convertido. Fue terrible, peor que el día de la fusión, porque ahora ya no me quedaba nadie alguien culpar, estaba sólo contra mi bestia. Entre ecos sólo pude empezar a sollozar como un niño, y así me encontraron, llorando con mi corderita en los brazos. Esa humillación ya nadie me la puede quitar. 

A veces pienso en pedirle perdón, aunque no pueda oírme, pero luego me acuerdo de otras veces en que lo hice y no sirvió para nada. Así que me callo. Es el único acto de respeto que puedo darle, ahora que se lo he quitado todo. 


viernes, 4 de diciembre de 2015

Noche

Marcos caminó hasta que cayó la tarde con la carta de despido ardiéndole en el bolsillo. Cuando ya era casi noche cerrada, se topó con el bar "Night". Era un local típico de la noche, jamás lo verías abierto bajo la luz del sol. Y como guarida nocturna que era, solía albergar a los amantes de lo oscuro. Allí se solían mezclar fracasados, prostitutas, traficantes, abogados, vendedores de seguros, divorciados, empresarios... en definitiva, todo aquel que estuviese dispuesto a enterrar las amarguras del día en un manto de oscuridad, sustancias recreativas y música estridente. 

Con el sabor del fracaso todavía en la boca Marcos decidió entrar, dispuesto a perderse en la sudorosa multitud. Después de aquel año terrible de trabajo y su humillante despido, decidió que necesitaba desconectarse de la realidad. 

Tras un rato forcejeando en la barra con chicas ligeras de ropa y tipos de mirada agresiva, consiguió pedir una copa, que se bebió casi de un trago. "Ahí va" pensó, con eso enterraría toda la ira acumulada durante estos años de abusos. 

Miró hacia la pista de baile tal vez en busca de alguna mujer sola a la que le pareciera fácil acercarse. Pero el vuelco que sintió en el estómago le impidió fijarse en ninguna. Tal vez los siguientes tragos tendrían que ser más suaves. "Sin prisa pero sin pausa" se dijo. Y trago a trago fue dejándose llevar por la atronadora música que cada vez se aferraba más a su cerebro, impidiéndole pensar en otra cosa. Cada vez que tomaba un trago visualizaba un pensamiento de ira; aquella vez aceptó trabajar hasta tarde, el día que tuvo que limpiar los baños, ese mes en que le pagaron sólo un tercio, aquel día que fue ridiculizado en público...

A medida que pasaba la noche esos ecos se volvían menos intensos y se iba sintiendo más anestesiado. Pronto empezó a tener problemas para coordinar bien su cuerpo, y la fatiga empezaba a adueñarse de él. En ese preciso momento vio como dos chicas compartían cuchicheos en un esquina especialmente oscura. No paraban de hablase al oído y reír como dos niñas de colegio. A su aturdido cerebro le pareció reconocer que una de ellas lo miraba y sus piernas caminaron solas hacia ellas. Sin embargo, sin percatarse si quiera de su presencia, recogieron sus bolsos diminutos de la repisa para dejar copas y se alejaron. Aunque sus párpados ya iban cayendo, vio encima de la repisa tres pastillas, seguramente caídas del bolsito con lentejuelas. A pesar de la borrachera todavía sintió la punzada del fracaso con las chicas, que ni siquiera se habían percatado de que existía. Así que tomarse una de esas píldoras amarillas le pareció una buena idea. Tal vez probaría otra sensación diferente a la miseria. 

Al principio no notó nada, pero tras tres canciones una terrible sensación de claustrofobia le invadió de pies a cabeza. Como si se tratase de un animal encerrado, salió del local a empujones. 

Cuando consiguió salir, una oleada de aire frío le impactó en la cara, aliviando su angustia. Inmediatamente se sintió lleno de euforia y se regocijó en el maravilloso silencio que reinaba fuera, no podía oír nada salvo el característico pitido de oído que queda al salir de un local ruidoso. 

Con los pies tambaleantes intentó buscar el camino a casa pero pronto se encontró perdido. Por esa zona todas las calles eran parecidas y no podía reconocer en cual se encontraba. Llegó a un callejón totalmente solitario, donde sólo se oía una gotera sobre unos cubos de basura. No sabía donde estaba y la cabeza le daba vueltas. 

Detrás de sí oyó un gemido, que le paralizó el cuerpo. Después unos susurros y silencio otra vez. Lo invadió el pánico y fue corriendo sigilosamente a esconderse detrás del cubo metálico donde caía la gotera, y miró hacia donde venían los ruidos. 

Pasados unos segundos la luz de una farola iluminó una figura que no alcanzó a reconocer saliendo tras un contenedor, por un momento pensó que le estaba mirando, pero puso respirar tranquilo cuando se alejó despacio con ruido de tacones, debía de ser una mujer. 

Aliviado salió de su escondite y se acercó a la esquina del contenedor para curiosear cómo se alejaba la chica. Cuando asomaba la cabeza por la pared de ladrillo, alguien le agarró de la mano y sintió un vuelco en el corazón que casi se lo hace explotar. Un hombre igual que su tiránico jefe, pero con el traje manchado, despeinado y tan borracho como él lo estaba mirando y le agarraba el brazo. Sin duda habían participado en la misma fiesta. 

No supo si el valor se lo dieron las drogas o era suyo, pero ahora que no tenía nada que perder, puso todos los recuerdos que había adormecido en su puño libre y lo estrelló con toda la fuerza que pudo en la cara de aquel monstruo. Éste cayó de espaldas. No le importó si estaba vivo o muerto, se dio la vuelta y dejó que la tranquilidad le embriagara ésta vez de camino a casa. 



martes, 1 de diciembre de 2015

María

¡Bienvenidos un día más!

El relato de hoy viene de un ejercicio muy interesante. Se trataba de intentar dar más o menos importancia a las palabras según el orden que ocupasen. Se nos dieron tres palabras y debíamos colocarlas cada cual en una frase distinta. Dependiendo de si queríamos darle protagonismo o quitárselo, debíamos colocar la palabra en un lugar determinado. La verdad es que no fue nada fácil y no siempre conseguí el resultado. 

De todas formas, una vez corregido el ejercicio, debíamos escribir un pequeño relato utilizando esas tres frases. Ahí va el mío, espero que os guste. 


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María no aguantaba más y decidió llevarse todo lo que le aferraba al pasado. Todas aquellas inútiles cosas. Sus joyas, sus vestidos, incluso la ropa de cama que había bordado a mano. Todo le recordaba la horrible esclavitud que había vivido aquellos años. Pero ahora estaba dispuesta a arrancar cada barrote de oro de su insoportable jaula. 

Al bajar por la escalera con todo aquello, se encontró con la estricta figura de su madre. Sabía lo que pretendía, estaría dispuesta a retenerla en su cautiverio doméstico por encima de todo. No pasó ni un segundo y sus apretados labios se abrieron para soltar una interminable lista de argumentos por los que debería seguir siendo una sumisa esposa y madre. 

Mientras escuchaba de fondo el discurso, sólo podía mirarse reflejada en los ojos de su madre, como si fuesen dos copias de la misma persona, una dentro de la otra. La ira invadió cada centímetro de María, que soltó el bulto de ropa y con una poderosa mano golpeó la carísima mesa de cristal, haciéndose un corte. La visión de la sangre enmudeció a la madre y encabritó a la hija aún más. Durante un segundo pareció que la tiránica madre volvía a moverse, ante lo cual María volcó la mesa, que se rompió por completo llenando el suelo de añicos. Hubiese hecho cualquier cosa con tal de no volver a escucharla. 

Ante la desencajada cara de su madre, María se dirigió hacia la salida y cerró con un sonoro portazo su vida anterior. Ella, que siempre había sido tan intransigente, fue capaz de romper todas las normas posibles. 


domingo, 29 de noviembre de 2015

El talismán

Aquel hermoso día se cumplió el anhelo que desde hacía años hervía las entrañas de Fabián. La suave caricia del sol penetraba por los ventanales de la sala del trono y regaba de luz la imponente silla. El mayor tesoro de oro y terciopelo del imperio esperaba inmóvil a cumplir todo cuando había deseado. Saboreó un momento el instante y se sentó sobre el trono cuando aún tenía las botas manchadas de sangre. El tacto del terciopelo en sus manos fue el placer más intenso que había experimentado. Al fin era el conquistador del imperio. 

Sostuvo el aliento un momento, buscó bajo su cuello el talismán que lo había llevado hasta allí y exhaló con tranquilidad. A partir de ahora él y nadie más sería señor de señores y se haría su voluntad en todo momento. 

El reinado de Fabián el Poderoso comenzó con increíble júbilo. Las fiestas y el vino corrían por palacio como un mar embravecido. Cada vez que la economía estaba en riesgo o una mujer no era lo bastante hermosa, Fabián rozaba la piedra verde de su talismán y su voluntad se hacía ley. 

Sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando el deseo de Fabián se hizo tan intenso que resultaba insostenible. Beber veinte litros de vino no era suficiente para emborracharse, mil mujeres no podían apagar su calor y no había un halago lo bastante empalagoso para engordar su estima. Por más que acariciaba la piedra verde, el soporte de oro o la cadena de plata que colgaba de su cuello, no conseguía tener un día feliz. 

Su frustración llegó a ser tan intensa que se extendió a su alrededor en forma de latigazos y abusos, ya que nadie era capaz de apagar la sed de Fabián, pues nadie sabía qué agua estaba buscando. Ni siquiera él lo sabía ya. 

Abotargado por un ya insoportable dolor y la más absoluta soledad, se arrancó el talismán del cuello, haciendo físico el dolor espiritual. Bajo la desesperada noche, lo sostuvo a través de su ventana, situada en la mayor torre de oro conocida por el hombre. Con los ojos encharcados y la cara congestionada maldijo, rasgándose la voz, aquel cruel talismán que lo había llevado a la desgracia y lo soltó, dejando que se precipitase en una caída interminable hasta un estanque lleno de agua de jazmín. 

Cuando la medalla tocó el líquido perfumado, todo el imperio de Fabián desapareció. Su inmenso palacio, sus miles de siervos, sus tierras, su ganado y sus tesoros se convirtieron en arena mecida por el viento. 

En ese momento, una brisa con olor a jazmín despertó a Fabián, que volvía a tener veinte años y dormía sobre un colchón de paja. Estaba empapado en sudor, al igual que en la torre, pero ahora vestía con ropas de campesino y estaba rodeado de ovejas. 

- ¡Fabián, levántate que ya está el desayuno listo! - Gritó su padre desde fuera. 

Nunca se había sentido tan agradecido de recibir una orden. Con el alma aliviada se incorporó y vio a su lado una jarra de barro con agua fresca. Bebió con ansiedad y pudo al fin saciar su sed. No recordaba un instante tan feliz. Se levantó y caminó hasta la cocina atraído por el olor del pan tostado y la leche caliente.

Al sentarse en la humilde mesa de tablas de madera, contuvo el aliento un segundo y buscó bajo el cuello de su camisa. Al no encontrar nada, suspiró aliviado y sonrió a su familia.  

Mientras tanto, una medalla de oro con una piedra verde incrustada reposaba con la cadena rota, bajo la paja, en aquel humilde lecho que tanto había maldecido el día que la encontró. 


Bajo el manto de la noche


¡Hola amigos!

El relato de hoy surgió a partir de la siguiente pintura. Se nos presentó éste cuadro, el cual no había visto nunca, y algunas frases para ayudarnos, entre las cuales estaba el título. A partir de ahí podíamos escribir lo que quisiéramos, así que allá va. 



Habitación de hotel (Edward Hopper)

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Claudia solía leer cada noche algunas páginas de su antigua Biblia, regalo de su madre cuando cumplió 10 años. No se consideraba muy religiosa, pero leer aquellas líneas en su idioma natal la reconfortaba. 

Cada noche llegaba exhausta a su habitación y se libraba del uniforme de trabajo y los zapatos. Sus pies desnudos pisaban la raída y sucia moqueta y se sentaba sobre los ruidosos muelles de la cama. Solía quedarse algunos segundos mirando la pared blanca, salpicada de moho verde. 

Después intentaba relajarse un poco acariciando las hojas amarillentas de su antiguo libro. Así, por unos instantes podía transportarse a su vieja casa y recordar tiempos mejores. Por ejemplo, como su abuela le recogía los mechones rubios para hacerle un bonito peinado antes de ir a la escuela o el olor de la deliciosa comida que preparaba su madre para ella y sus hermanos. También recordaba con cariño aquellas historias que le leía su padre cada noche antes de acostarse. 

Lo malo de aquello era que, inevitablemente, le venían también a la cabeza los ecos de cómo todo fue empeorando. Cada vez fue habiendo menos comida en casa, así que la cocina ya no siempre olía así de bien. Nadie de su familia lo dijo, pero ahora que era mayor pensaba que probablemente ésa había sido la causa de que la abuela enfermase y muriese. Le venían a la mente, como latigazos, los sollozos ahogados de su madre, que cada noche no podía aguantar más y se entregaba al llanto. Ella también lloró amargamente cuando sus hermanos mayores fueron abandonando su hogar, tal y como ella había hecho hacía poco. 

Ahora ya nadie cuidaba de ella, sola en aquel país desconocido, con un idioma desconocido y gente desconocida, no se tenía más que a sí misma. Por el día, la frenética actividad de su trabajo la distraía de su situación, pero bajo el manto de la noche, una soledad abrumadora le invadía de pies a cabeza. 

A veces se imaginaba qué sería de ella sin aquella Biblia, ya que era la única conexión que ahora tenía con todo lo que ella conocía. Sin embargo, al tocar las 12 tenía que cerrar su pequeño refugio y acostarse, con la esperanza de poder conciliar el sueño. A menudo le resultaba imposible dormir, pues una pregunta atenazaba violentamente sus pensamientos: ¿acaso era éste el futuro mejor que vino a buscar? Pronto lo será, se repetía como respuesta una y otra vez, mientras apretaba entre las manos el regalo de su madre, y cerraba los ojos. 


domingo, 22 de noviembre de 2015

¿De dónde vienen los sueños?

En éste ejercicio debimos escribir, sin pensar demasiado, de dónde vienen una serie de cosas que nos fueron planteadas, intentando dar explicaciones creativas, incluso poéticas, si nos apetecía. 

Después debimos elegir una de las explicaciones cortas y escribir un relato breve utilizando esa premisa. 

Allá va la mía. 


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La gente suele creer que ellos tienen una idea, un sueño o una meta, y después se ponen a trabajar para llegar a conseguirla. Pero están equivocados. No quiero decir con esto que sean ignorantes, es sólo que no conocen la existencia de los Suelins. Éstos seres pequeñitos, parecidos a los duendes, viven en el futuro. 

El futuro es un lugar desconocido para los humanos, ya que ellos sólo pueden vivir en el presente, por mucho que se empeñen en no hacerlo. Como no conocen el futuro, no saben que es mucho más amplio que el presente, es tan grande que el ahora sólo puede abarcar una pequeña parte de él, como una tiza que va trazando una línea por una pared. 

Al contrario que los humanos, los Suelins pueden viajar del futuro al presente y viceversa. Son seres muy manipuladores y competitivos, por eso les gusta dirigir a los humanos hacia donde a ellos les parece. Para eso, miran lo que pasa en el futuro y le llevan una pequeña parte de él a los humanos, con la esperanza de que sigan ese camino, y no el de otro Suelin distinto. 

Por ejemplo, Marta no sabía porqué pero estaba convencida de que quería ser doctora. Así que se esforzaba tenazmente en sacar buenas notas para poder ir a la universidad. Lo que Marta no sabía era que un Suelin lo había visto siendo doctora y había ido colocando algunas pistas en su presente, y ella había decidido prestarles atención: un viejo fonendoscopio en el patio del colegio con el que ganó la admiración de sus compañeros, un hermanito enfermo al que curó con su zumo especial, una bata blanca del laboratorio de química del instituto que le hacía una figura estupenda... Todo obra de un ambicioso Suelin decidido a llevarla donde él había mirado. 

Pero no todos los Suelins tiran en la misma dirección, en el caso de Marta, otra de éstas traviesas criaturillas había visto cómo la joven iniciaba una excitante aventura a lo largo del mundo. Recién cumplidos los 18 años se armaba con una mochila y se dedicaba a la vida nómada, recorriendo país tras país, con una vida austera en comodidades pero rica en experiencias. Ése Suelin también hizo de las suyas, colocando entre sus regalos de cumpleaños un globo terráqueo de madera tallada a mano por su padre y un libro de un tal Fog, que recorría el mundo entero en tan sólo 80 días. Además, lo terció todo para que en sus vacaciones en la playa a los 15 años se encontrase con un joven surfero de cabello rubio que recorría el mundo en busca de la ola perfecta. 

Y así, en cada una de nuestras vidas humanas, cientos de Suelins nos van dejando pistas de lo que haremos mañana. Todo depende de la atención que queramos prestarle a cada una de ellas.

Por cierto, da la casualidad de que cuando Marta y sus compañeros de clase vayan a elegir viaje de fin de curso, habrá una estupenda oferta de un crucero por varios países mediterráneos. Lo sé porque lo saben los Suelins.


Inventando definiciones

Siguiendo con la importancia de los sonidos, hicimos otro ejercicio. En ésta ocasión se nos dieron una serie de palabras, algunas inventadas y otras no, y debíamos inventarnos una definición. Al terminar nos dimos cuenta, de que la forma en que suena una palabra puede llevarnos a darle un significado parecido, sin haberlo acordado antes. 

Esto nos puede ayudar a la hora de inventarnos palabras para nuestro relato, ya que, aunque el término explique algo fantástico, que sea verosímil con su utilidad o contexto nos ayudará a que el lector lo acepte mejor. 

Allí van las mías.


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  • Guájete: Término despectivo para referirse a jóvenes preadolescentes poco agraciados. 

  • Refúcilo: Gemido especialmente violento que hacer algunos animales al encontrarse en peligro. 

  • Ávice: Adjetivo que se usa para denominar un objeto ligero.

  • Cancamusa: Dícese del lazo que habitualmente adorna las enaguas de las mujeres. 

  • Mandriolo: Maza de gran tamaño habitualmente usada en zonas rurales para labores de construcción. 

  • Perendeca: Adjetivo que denomina a la niña o mujer olvidadiza propensa a perder objetos. Masculino: perendeco. 

  • Yaacabó: Dícese de los dulces que habitualmente se usan como recompensa para los niños cuando terminan una tarea. 

  • Masperlino o masperlado: Dícese de la persona que debido a una enfermedad o impacto emocional, ha adquirido un tono de piel grisáceo. Ejemplo: Paco viene un poco masperlado hoy, igual tiene la gripe. 

  • Ganforro: Gorro de tejidos diversos, con un mínimo de dos capas y especialmente grueso que se usa habitualmente para practicar montañismo. 

  • Cacarrachaca: Bebida alcohólica a base de ron y tequila típica de países caribeños. Se combina con diferentes zumos de fruta según la zona. Su nombre quiere imitar la sensación de quemazón que produce al bajar por la garganta. 

  • Buz: Cuenco típico de las culturas precolombinas que se utilizaba para recoger flores, cuentas u otros objetos pequeños como ofrenda para las divinidades. 

  • Fablistán: Pluma para escribir especialmente refinada, habitualmente elaborada con materiales nobles y adornada con piedras preciosas que se regala a los jóvenes al llegar a la madurez. 

Carteles ininteligibles

El ejercicio de este día fue un poco difícil, pero al final resultó ser muy divertido. 

Se nos ofrecieron diferentes carteles y textos escritos, algunos, en idiomas extranjeros con alfabetos distintos al latino, y otros con símbolos que no eran letras. Nuestro objetivo era que, solamente con las pistas que nos daba la forma del texto, escribiéramos aquellos que nos imaginásemos que estaba escrito. Así que allá van las ocurrencias que se pasaron por mi cabeza. 

¡Espero que los disfrutéis!

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ERROR DEL SISTEMA 301

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MUJER

Si estás hecha en Turquía, tienes más de 18 años y sigues soltera estás de suerte porque...

BUSCO NOVIA

Soy un varón turco de buen ver que busca el amor. Ofrezco un bigote espeso como la noche y unos brazos cálidos como el té. 
Me gusta la vida tranquila, rezar al amanecer y el aroma de las lilas.
Así que te digo a ti, mujer, si estás hecha en Turquía y te gusta lo que lees, ven a conocerme y llenemos el mundo de pequeños turcos. 
Recuerda, 
aquí te espera el hombre: 

HECHO EN TURQUÍA
FIEL
DEVOTO ESPOSO
REINA VEN A POR TU REY


Las ocas

Ésta vez analizamos la importancia del sonido de las palabras y cómo estás influyen en lo que queremos expresar. Para ser más consciente de este hecho, hicimos un ejercicio ayudados de unas antiguas láminas para enseñar el abecedario a los niños. Cada una de éstas láminas contenía una letra oculta en una ilustración. Yo elegí una en la que dos niños pasaban sobre un puente, seguidos de unas ocas mientras el viento soplaba fuerte en un día oscuro. Decidme si sois capaces de encontrar qué letra era la representada. Alla vá. 

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Los pequeños hermanos Óscar y Manolito fueron los encargados de cuidar las ocas desde los ocho años. La época más hosca para ellos solía ser el otoño, ya que solía soplar mucho el viento, que empezaba a ser frío como el hielo. Por supuesto el invierno era peor, pero al ser en su pueblo las nevadas tan copiosas, solía encargarse el padre de esta labor. No obstante, mientras los copos no llegaban, los niños eran los encargados de este trabajo. 

Así pues, al sonar las cinco en punto cogían el zurrón, el palo y el manto y obligaban a las ocas a botar del chamizo. Seguido, tomaban el camino de Orozco, que era un poco más extenso pero era de su gusto porque así podían pasar por el puente de Olot. 

Allí, a pesar del gélido viento, se entretenían arrojando cantos al arroyo. Si se demoraban mucho, incluso, alguna oca los acompañaba en el juego chapoteando entre los juncos. 

Pero cuando se iba acercando el invierno, debían andarse con ojo y no permitirles ese antojo, ya que si luego el pajarraco no tenía el decoro de salir a tiempo, tenían que arrojarse a por él. 

Como en una ocasión sucedió, que Óscar, al ser el mayor, se vio en la obligación de recuperar una oca osada que se negaba a salir. Así que, ni corto ni perezoso, se remangó el raído pantalón y al agua se aventuró. El líquido helado se le clavó como una hoz en los tobillos y tanto rato estuvo que se le volvieron morados los pues y casi quedó cojo. 

Por eso es peor el otoño, porque con el frío, el baño antes divertido, se torna peligroso. 


viernes, 20 de noviembre de 2015

El abuelo

En ésta ocasión, el ejercicio que realicé consistía en escribir un relato de  12 frases, y cada una de ellas debería incluir una palabra concreta que nos fue dada. Para la versión digital he querido separar cada oración porque me parecía que así le daba más énfasis al objetivo del ejercicio. He de confesar que hasta el momento ha sido el relato que más he disfrutado escribir, así que espero que sea también de vuestro gusto. Allá va. 

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Felipe llevaba un día terrible, tan terrible que a medio día ya le dolía tanto la cabeza que parecía que le iba a estallar. 

Fue a la cocina a por un poco de agua para tomarse una aspirina, y al coger el primer vaso que alcanzó de la repisa, no se encontró otra cosa que una dentadura postiza con uno de los dientes enfundado en plata. 

Era del abuelo, al que habían enterrado esa misma mañana, por lo visto le habían enterrado sin ella.

Imaginarse a su pobre abuelo enterrado sin su dentadura favorita le produjo otra punzada de dolor en la sien, como las que llevaba sintiendo todo el día, por lo que salió de la cocina y se dirigió al despacho del viejo, donde tal vez se aliviaría un poco, rodeado de recuerdos más felices.

Allí todo estaba impregnado de la esencia del anciano señor al que tanto quería: su colección de botones raros, su faisán disecado con sombrero de ala larga adornado con una pluma de faisán, la foto en la que Felipe salía con una sonrisa cubierta de sangre debido a la herida que se hizo al resbalar en las rocas el día que el abuelo le enseñó a pescar... 

Así era el abuelo, un apasionado de lo peculiar, que enmarcaba fotos de su nieto ensangrentado y escribía cartas en hoja de papiro fabricado por él mismo. 

A Felipe le invadió un arrebato irreflenable de nostalgia y se puso a rebuscar entre sus cosas, con la desgracia de que encontró un horrendo muñeco de guiñol que lo aterraba  cuando era pequeño, por eso el abuelo lo tenía allí escondido en un baúl. 

Recordó casi reviviendo el mismo terror, el día de su cumpleaños en que el abuelo lo sacó para intentar hacer una actuación, que terminó con quince niños llorando y su padre echándole una buena bronca por tener esa ocurrencia. 

Volvió a cerrar la tapa del baúl para enterrar de nuevo ese recuerdo y se centró en los cajones, donde encontró parte de su antigua correspondencia. 

Allí había cartas de todo tipo, pero la que más le gustó fue una donde el abuelo recriminaba a la inmobiliaria donde compró la casa que ésta no estuviese encantada, tal y como decía toda la gente del pueblo. 

En el siguiente cajón encontró dos cosas, un abrecartas y un sobre cerrado que rezaba "mis últimas palabras para mi querido nieto Felipe". 

Sintió un vuelco en el corazón y rasgó el sobre con ansiedad, pensando en la preciosa última conversación con su abuelo que encontraría al leer aquella carta. 

Los sonidos de mi nombre

¡Hola!

Estrenamos entrada con el primer ejercicio de escritura, que consistió en elaborar un pequeño relato utilizando todos los sonidos de mi nombre que me fueran posibles. Allá va. 


Me encontré con un tipo llamado René en un vagón hacia la India. Ese chico fue lo más insólito que encontré desde aquella manada de impalas corriendo junto al tren. Con su estilo alegre me contó historias sin parar, como aquella vez que había conseguido escapar del ataque de un elefante en África escondiéndose en el tronco de un árbol. Con una sonrisa me dijo que después de aquello dejó de intentar emanciparse de la sociedad, así que ahora se dedicaba a recorrer ciudades buscando su sitio. Egipto, Estambul, Eslovaquia, Estados Unidos... Viajaba de una ciudad a otra con lo que sacaba de vender sus pinturas, que apilaba en el asiento libre a su lado. Cuando salí de aquel tren no pude ignorar el impulso de curiosidad que me invadió. Pensé en qué vendría después de conocer a alguien tan singular, alguien que solo con su con su presencia entretiene. 

Un nuevo comienzo

Con éste ya va mi tercer blog, al que os doy la bienvenida. He querido dedicar cada uno a una temática o parte de mi vida, y consideraba que ahora necesitaba crear un nuevo espacio dónde compartir mis escritos. Desde siempre he tenido el gusto por escribir, pero a menudo me iba perdiendo entre palabras, lo que me llevaba a escribir de forma inconstante, y muy espaciada. No digo que ahora vaya a ser diferente, pero he dado el paso de embarcarme en un curso de escritura creativa, y ahora que ya he acumulado algunos pequeños textos, quería recogerlos aquí con el fin de que no se pierdan. 


Escribo estos textos en papel, después la profesora nos da unos consejos para pulir el estilo y cómo mejorar la historia. Así que es mi objetivo ir dejando aquí cada uno de esos textos con las correcciones, de manera que hago el ejercicio de mejorarlos y quedan en formato digital. 


He de confesar que me ha costado entrar un nombre, ya que todos los que pensaba ya estaban cogidos, pero al final encontré Las Tintateclas, que refleja bastante bien lo que voy a hacer, es decir, pasar de la tinta a las teclas. 

Si por algún casual has llegado hasta aquí y quieres quedarte a echar un vistazo te invito a que te des una vuelta por mis pequeñas creaciones y compartas tus impresiones en los comentarios. 

¡Un abrazo!