"Las palabras son nuestra más inagotable fuente de magia" (Albus Dumbledore)

domingo, 22 de noviembre de 2015

Las ocas

Ésta vez analizamos la importancia del sonido de las palabras y cómo estás influyen en lo que queremos expresar. Para ser más consciente de este hecho, hicimos un ejercicio ayudados de unas antiguas láminas para enseñar el abecedario a los niños. Cada una de éstas láminas contenía una letra oculta en una ilustración. Yo elegí una en la que dos niños pasaban sobre un puente, seguidos de unas ocas mientras el viento soplaba fuerte en un día oscuro. Decidme si sois capaces de encontrar qué letra era la representada. Alla vá. 

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Los pequeños hermanos Óscar y Manolito fueron los encargados de cuidar las ocas desde los ocho años. La época más hosca para ellos solía ser el otoño, ya que solía soplar mucho el viento, que empezaba a ser frío como el hielo. Por supuesto el invierno era peor, pero al ser en su pueblo las nevadas tan copiosas, solía encargarse el padre de esta labor. No obstante, mientras los copos no llegaban, los niños eran los encargados de este trabajo. 

Así pues, al sonar las cinco en punto cogían el zurrón, el palo y el manto y obligaban a las ocas a botar del chamizo. Seguido, tomaban el camino de Orozco, que era un poco más extenso pero era de su gusto porque así podían pasar por el puente de Olot. 

Allí, a pesar del gélido viento, se entretenían arrojando cantos al arroyo. Si se demoraban mucho, incluso, alguna oca los acompañaba en el juego chapoteando entre los juncos. 

Pero cuando se iba acercando el invierno, debían andarse con ojo y no permitirles ese antojo, ya que si luego el pajarraco no tenía el decoro de salir a tiempo, tenían que arrojarse a por él. 

Como en una ocasión sucedió, que Óscar, al ser el mayor, se vio en la obligación de recuperar una oca osada que se negaba a salir. Así que, ni corto ni perezoso, se remangó el raído pantalón y al agua se aventuró. El líquido helado se le clavó como una hoz en los tobillos y tanto rato estuvo que se le volvieron morados los pues y casi quedó cojo. 

Por eso es peor el otoño, porque con el frío, el baño antes divertido, se torna peligroso. 


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