"Las palabras son nuestra más inagotable fuente de magia" (Albus Dumbledore)

domingo, 29 de noviembre de 2015

Bajo el manto de la noche


¡Hola amigos!

El relato de hoy surgió a partir de la siguiente pintura. Se nos presentó éste cuadro, el cual no había visto nunca, y algunas frases para ayudarnos, entre las cuales estaba el título. A partir de ahí podíamos escribir lo que quisiéramos, así que allá va. 



Habitación de hotel (Edward Hopper)

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Claudia solía leer cada noche algunas páginas de su antigua Biblia, regalo de su madre cuando cumplió 10 años. No se consideraba muy religiosa, pero leer aquellas líneas en su idioma natal la reconfortaba. 

Cada noche llegaba exhausta a su habitación y se libraba del uniforme de trabajo y los zapatos. Sus pies desnudos pisaban la raída y sucia moqueta y se sentaba sobre los ruidosos muelles de la cama. Solía quedarse algunos segundos mirando la pared blanca, salpicada de moho verde. 

Después intentaba relajarse un poco acariciando las hojas amarillentas de su antiguo libro. Así, por unos instantes podía transportarse a su vieja casa y recordar tiempos mejores. Por ejemplo, como su abuela le recogía los mechones rubios para hacerle un bonito peinado antes de ir a la escuela o el olor de la deliciosa comida que preparaba su madre para ella y sus hermanos. También recordaba con cariño aquellas historias que le leía su padre cada noche antes de acostarse. 

Lo malo de aquello era que, inevitablemente, le venían también a la cabeza los ecos de cómo todo fue empeorando. Cada vez fue habiendo menos comida en casa, así que la cocina ya no siempre olía así de bien. Nadie de su familia lo dijo, pero ahora que era mayor pensaba que probablemente ésa había sido la causa de que la abuela enfermase y muriese. Le venían a la mente, como latigazos, los sollozos ahogados de su madre, que cada noche no podía aguantar más y se entregaba al llanto. Ella también lloró amargamente cuando sus hermanos mayores fueron abandonando su hogar, tal y como ella había hecho hacía poco. 

Ahora ya nadie cuidaba de ella, sola en aquel país desconocido, con un idioma desconocido y gente desconocida, no se tenía más que a sí misma. Por el día, la frenética actividad de su trabajo la distraía de su situación, pero bajo el manto de la noche, una soledad abrumadora le invadía de pies a cabeza. 

A veces se imaginaba qué sería de ella sin aquella Biblia, ya que era la única conexión que ahora tenía con todo lo que ella conocía. Sin embargo, al tocar las 12 tenía que cerrar su pequeño refugio y acostarse, con la esperanza de poder conciliar el sueño. A menudo le resultaba imposible dormir, pues una pregunta atenazaba violentamente sus pensamientos: ¿acaso era éste el futuro mejor que vino a buscar? Pronto lo será, se repetía como respuesta una y otra vez, mientras apretaba entre las manos el regalo de su madre, y cerraba los ojos. 


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