"Las palabras son nuestra más inagotable fuente de magia" (Albus Dumbledore)

viernes, 20 de noviembre de 2015

El abuelo

En ésta ocasión, el ejercicio que realicé consistía en escribir un relato de  12 frases, y cada una de ellas debería incluir una palabra concreta que nos fue dada. Para la versión digital he querido separar cada oración porque me parecía que así le daba más énfasis al objetivo del ejercicio. He de confesar que hasta el momento ha sido el relato que más he disfrutado escribir, así que espero que sea también de vuestro gusto. Allá va. 

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Felipe llevaba un día terrible, tan terrible que a medio día ya le dolía tanto la cabeza que parecía que le iba a estallar. 

Fue a la cocina a por un poco de agua para tomarse una aspirina, y al coger el primer vaso que alcanzó de la repisa, no se encontró otra cosa que una dentadura postiza con uno de los dientes enfundado en plata. 

Era del abuelo, al que habían enterrado esa misma mañana, por lo visto le habían enterrado sin ella.

Imaginarse a su pobre abuelo enterrado sin su dentadura favorita le produjo otra punzada de dolor en la sien, como las que llevaba sintiendo todo el día, por lo que salió de la cocina y se dirigió al despacho del viejo, donde tal vez se aliviaría un poco, rodeado de recuerdos más felices.

Allí todo estaba impregnado de la esencia del anciano señor al que tanto quería: su colección de botones raros, su faisán disecado con sombrero de ala larga adornado con una pluma de faisán, la foto en la que Felipe salía con una sonrisa cubierta de sangre debido a la herida que se hizo al resbalar en las rocas el día que el abuelo le enseñó a pescar... 

Así era el abuelo, un apasionado de lo peculiar, que enmarcaba fotos de su nieto ensangrentado y escribía cartas en hoja de papiro fabricado por él mismo. 

A Felipe le invadió un arrebato irreflenable de nostalgia y se puso a rebuscar entre sus cosas, con la desgracia de que encontró un horrendo muñeco de guiñol que lo aterraba  cuando era pequeño, por eso el abuelo lo tenía allí escondido en un baúl. 

Recordó casi reviviendo el mismo terror, el día de su cumpleaños en que el abuelo lo sacó para intentar hacer una actuación, que terminó con quince niños llorando y su padre echándole una buena bronca por tener esa ocurrencia. 

Volvió a cerrar la tapa del baúl para enterrar de nuevo ese recuerdo y se centró en los cajones, donde encontró parte de su antigua correspondencia. 

Allí había cartas de todo tipo, pero la que más le gustó fue una donde el abuelo recriminaba a la inmobiliaria donde compró la casa que ésta no estuviese encantada, tal y como decía toda la gente del pueblo. 

En el siguiente cajón encontró dos cosas, un abrecartas y un sobre cerrado que rezaba "mis últimas palabras para mi querido nieto Felipe". 

Sintió un vuelco en el corazón y rasgó el sobre con ansiedad, pensando en la preciosa última conversación con su abuelo que encontraría al leer aquella carta. 

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