¡Buenas! Hoy os traigo un relato que fue muy divertido de escribir. El ejercicio consistía en emplear un campo semántico determinado en un contexto diferente. En este caso, como vais a ver, yo he utilizado el de la cocina en un contexto bastante diferente. Tengo que aclarar que yo no tengo ni idea de cómo se trata un cadáver, así que es muy posible que las cosas que describo no tengan nada que ver con lo que se hace en la realidad. Aún así espero que lo disfrutéis.
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El fuego del horno se iba apagando cuando Roy recibió un aviso de su socio.
- ¡Roy! Tenemos un encargo urgente. El funeral se celebra mañana mismo.
- ¿Mañana? ¡Maldita sea! Tendré que atrasar muchas cosas, ¿de qué se trata?
- ¡Aceite!
Aceite quería decir embalsamado. Roy suspiró fatigosamente, ese trabajo le llevaría toda la noche.
Su socio le acercó la camilla y Roy fue a por los productos desinfectantes. Aunque ninguno de sus clientes podía ya infectarse, la higiene debía ser estricta.
- Vas a tener que hacer de pinche si quieres que este pavo esté listo para mañana. - Le dijo Roy a su socio con cierto resentimiento, cuando le vio dispuesto a escapar por la puerta.
Éste, resignado, se puso el gorro y se unió al trabajo. Al levantar la sábana un olor empalagoso ambientó la sala, lo cual no era muy buena señal. Entre los dos desnudaron al hombre y lo lavaron con un trapo empapado en una mezcla especial de agua, sal y algunos conservantes. Esto hacía que la piel muerta se conservase hidratada durante 72 horas.
Después procedieron a la menos agradable tarea de drenar los fluidos corporales y sustituirlos por una salsa especial a base de formol y otros productos. Éste proceso abotargaba el olfato y dejaba un regusto amargo en la boca, por lo que encendieron el extractor para paliar un poco de ese efecto. El fétido jugo humano se iba recogiendo en una olla, al tiempo que se inyectaba la estéril mezcla en el cuerpo.
Normalmente el horrible contenido de la olla desaparecía por una tubería de la máquina drenante, pero un residuo orgánico algo esponjoso había obstruido el filtro, por lo que tuvo que deshacerse de aquello con un cucharón, echándolo al fregadero como si fuesen los restos de una sopa macabra. Estaba seguro de que si sanidad se enteraba de eso no volverían a tocar un cadáver.
Por la mañana, habían terminado pero ellos parecían dos cadáveres y el muerto lucía un rostro iluminado y fresco. Orgullosos de su presentación final, metieron al cliente en la nevera y llamaron a la familia. Seguido se limpiaron y fueron a tomar una copa de vino, esa jornada de trabajo bien lo merecía.